En las últimas dos décadas, China ha pasado de ser un socio comercial distante a convertirse en uno de los actores más influyentes en la economía y la geopolítica de América Latina. Con inversiones multimillonarias, un creciente volumen de comercio y proyectos estratégicos en infraestructura, el gigante asiático ha redibujado las relaciones de poder en la región, desplazando en muchos casos la influencia tradicional de Estados Unidos.
Un comercio en plena expansión
China es hoy el principal socio comercial de países como Brasil, Chile y Perú. En 2023, el comercio bilateral entre China y América Latina superó los 390 mil millones de dólares, con exportaciones latinoamericanas a China por 208 mil millones e importaciones chinas por 184 mil millones, según datos de la CEPAL.
Los productos agrícolas, los minerales y la energía dominan las exportaciones latinoamericanas. A cambio, China vende maquinaria, productos electrónicos, autos eléctricos y tecnologías de comunicación. El desequilibrio no está tanto en el volumen como en el tipo de bienes: mientras América Latina sigue vendiendo materias primas, China coloca bienes de alto valor agregado.
Inversión con visión estratégica
Aunque la inversión extranjera directa (IED) china disminuyó en los últimos años —pasando de un promedio anual de 14 mil millones de dólares entre 2010 y 2019 a unos 6.400 millones en 2022— la estrategia se ha refinado. En lugar de grandes compras mineras o petroleras, ahora Beijing apunta a sectores clave como autos eléctricos, litio, paneles solares y telecomunicaciones.
Empresas chinas como BYD, Huawei y State Grid han expandido su presencia en México, Brasil, Argentina y otros países, posicionándose en sectores de alta tecnología y energía del futuro.
Infraestructura que conecta continentes
Uno de los proyectos más emblemáticos es el puerto de Chancay en Perú, cuya construcción lidera COSCO Shipping con una inversión de 1.300 millones de dólares. Este puerto busca convertirse en el nodo logístico clave entre Sudamérica y Asia, con capacidad para recibir megabuques directamente desde Shanghái.
Además, se proyecta una red ferroviaria que conecte este puerto con Brasil, cruzando el continente para facilitar el comercio interoceánico sin pasar por el Canal de Panamá, lo que transformaría la geografía económica de la región.
Geopolítica de la influencia
La expansión de China no solo es económica. Es también política. Más de una docena de países de la región ya se han adherido a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el megaproyecto global de infraestructura chino. Esta adhesión implica cooperación en logística, financiamiento, tecnología y diplomacia.
En este nuevo tablero de poder, algunos países como Colombia, Argentina y Bolivia han intensificado sus vínculos con China, mientras otros, como México y Uruguay, aún mantienen un delicado equilibrio entre Washington y Pekín.
Estados Unidos observa con recelo esta creciente influencia y ha respondido con nuevas propuestas de inversión y presión diplomática. Sin embargo, muchos gobiernos latinoamericanos ven en China una alternativa menos condicionada y más pragmática.
¿Qué depara el futuro?
El rol de China en América Latina no muestra señales de retroceso. Las proyecciones indican que para 2035, China podría convertirse en el principal socio comercial de toda la región, desplazando incluso a Estados Unidos. En sectores como el litio, indispensable para la transición energética, ya lidera acuerdos en Argentina, Chile y Bolivia, conocida como el “triángulo del litio”.
En resumen, China no solo ha llegado para quedarse, sino que está cambiando la forma en que América Latina se inserta en la economía global. La pregunta no es si China dominará o no la región, sino cómo los países latinoamericanos podrán negociar con inteligencia para obtener beneficios sostenibles y evitar nuevas formas de dependencia.