Los nuevos aranceles anunciados por el presidente estadounidense Donald Trump el 2 de abril de 2025 han provocado reacciones mesuradas, pero preocupadas, por parte de aliados y socios comerciales en todo el mundo. Bajo el argumento de que EE. UU. ha sido víctima de una “estafa” comercial por más de cinco décadas, Trump impuso tarifas que van desde el 10 % hasta el 49 % a decenas de países, asegurando que se trata de una medida de “reciprocidad” y una cuestión de seguridad nacional.
Durante el anuncio en la Casa Blanca, Trump afirmó que “los empleos y las fábricas volverán a nuestro país con un gran desempeño”, subrayando que ya no tolerará lo que considera prácticas comerciales injustas. No obstante, la medida ha sido recibida con reservas por países que temen una nueva guerra comercial global.
Reino Unido, a través de su secretario de Negocios, Jonathan Reynolds, declaró que espera alcanzar un acuerdo con Estados Unidos para mitigar el impacto de los aranceles del 10 % sobre sus productos, enfatizando que “nadie quiere una guerra comercial”. Italia, por su parte, calificó de “equivocados” los nuevos aranceles del 20 % aplicados contra la Unión Europea. Su primera ministra, Giorgia Meloni, advirtió que un enfrentamiento comercial debilitaría a Occidente y beneficiaría a potencias rivales.
Australia y Nueva Zelanda cuestionaron directamente la lógica de los aranceles. El primer ministro australiano, Anthony Albanese, indicó que EE. UU. ya tiene un superávit comercial con su país y que los aranceles contradicen el espíritu de su acuerdo de libre comercio. Nueva Zelanda, por su parte, negó que tenga aranceles elevados sobre productos estadounidenses, y su ministro de Comercio aseguró que una represalia solo dañaría a sus consumidores y dispararía la inflación.
Mientras tanto, México y Canadá quedaron exentos de esta nueva ronda, aunque no así de medidas previas. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, anunció que analizaría el impacto del anuncio antes de tomar medidas, destacando su intención de priorizar la estabilidad económica del país. Canadá, que ya había respondido a aranceles previos con impuestos a productos estadounidenses, también se mantiene en alerta.
La Unión Europea, por su parte, enfrenta un dilema: responder a Trump con represalias o adoptar una postura más paciente que evite una escalada comercial. Analistas como Matteo Villa del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de Italia advierten que una represalia podría perjudicar más a Europa que a EE. UU., aunque también reconocen que Trump sólo parece responder a la presión. En sus palabras, “probablemente la esperanza, en Bruselas, es que la respuesta sea lo suficientemente fuerte como para inducir a Trump a negociar y, pronto, a dar marcha atrás”.
El anuncio de los aranceles de Trump también alcanzó a Chile, que enfrentará un 10 % de tarifa base a sus exportaciones a EE. UU. Desde India, donde participa en un foro económico, el presidente Gabriel Boric lamentó que estas medidas generen incertidumbre y erosionen los principios fundamentales del comercio internacional.
Por ahora, el mundo observa con cautela, pero también con preocupación, ante el regreso de una política arancelaria agresiva que promete reconfigurar, otra vez, el sistema global de comercio.