La tensión entre India y Pakistán ha alcanzado su punto más álgido en más de dos décadas. Este sábado, el gobierno paquistaní anunció el inicio de una ofensiva militar de represalia contra territorio indio, en respuesta a los ataques lanzados por Nueva Delhi el pasado 7 de mayo. En el marco de la operación denominada Bunyan ul Marsoos (“Muro Sólido de Acero”), Islamabad afirmó haber alcanzado instalaciones estratégicas clave, intensificando así un conflicto de larga data entre dos potencias nucleares vecinas.
Según fuentes militares paquistaníes, los blancos incluyeron una base aérea en Udhampur, un aeródromo en Pathankot y un depósito de misiles en la localidad de Beas, en el estado indio de Punjab. Además, el Ejército de Pakistán afirmó haber ejecutado un ciberataque que dejó fuera de servicio el 70 % de la red eléctrica india. Esta última afirmación fue desmentida categóricamente por Nueva Delhi, que aseguró que el suministro eléctrico continúa funcionando con normalidad en la capital y en otras ciudades, salvo en regiones en estado de alerta.
Las imágenes difundidas muestran vehículos calcinados y estructuras dañadas en áreas residenciales de Jammu, tras la ofensiva aérea paquistaní. El nivel de destrucción en zonas civiles y militares sugiere una respuesta cuidadosamente planeada, destinada a enviar un mensaje firme sin cruzar ciertas líneas rojas.
En reacción inmediata, India suspendió todas las operaciones de vuelos civiles en 32 aeropuertos, mientras que Pakistán cerró su espacio aéreo por completo entre las 3:15 a. m. y las 12:00 p. m., hora local. Estos cierres simultáneos reflejan la gravedad del momento y la posibilidad de una escalada aún mayor.
Ambos gobiernos han cruzado acusaciones tras los incidentes. Pakistán sostiene que India atacó previamente las bases aéreas de Noor Khan, Shorkot y Murid. Nueva Delhi, por su parte, señala que los ataques paquistaníes son una represalia por la muerte de 26 turistas hindúes en Cachemira india, en un atentado ocurrido semanas atrás. Según el gobierno indio, el ataque fue perpetrado por militantes operando desde territorio paquistaní, una acusación rechazada por Islamabad.
En el epicentro del conflicto sigue estando la región de Cachemira, disputada desde la partición de 1947 y eje de múltiples guerras y escaramuzas entre ambas naciones. La reciente espiral de violencia ha dejado un saldo preliminar de al menos 26 civiles muertos en Pakistán y 12 en India, según cifras oficiales de ambos países.
El gobierno paquistaní ha calificado el ataque del 7 de mayo como un “flagrante acto de guerra” y prometió una respuesta “contundente”. Esta nueva fase del enfrentamiento bilateral revive el fantasma de una confrontación directa entre dos potencias nucleares en una región marcada por la inestabilidad crónica y los nacionalismos en ascenso.